Define la Real Academia dignidad, en su primera acepción, como cualidad de digno, que es definido, a su vez, como «merecedor de algo», según lo cual la dignidad sería una cualidad a la que se llega a través de un mérito, o en su expresión negativa, de la que se prescinde o priva por un demérito. En cualquier caso estaría alineada con la acción o conducta de la persona concreta o de cualquier entidad colectiva. En este sentido abundaría la segunda acepción: «Correspondiente, proporcionado al mérito y condición de alguien o algo». Sin embargo se nos introduce otra posibilidad de dignidad: la condición, la propia naturaleza de «algo o alguien». Algo que también queda reflejado en la tercera acepción: «Que tiene dignidad o se comporta con ella». La dignidad, parece pues, se alcanza por una doble vía, la de la propia naturaleza o la de una acción reflexiva, la de un comportarse -o atendiendo a su etimología, a una forma sinónima de portar: llevar- la de un conllevarse. Conllevar nos lo presenta el diccionario como «sufrir, soportar las impertinencias o el genio de alguien» o, en su segunda acepción, «sufrir algo adverso o penoso». Así pues ese comportarse es esencialmente un soportar algo ajeno, algo que no le pertenece, que no le es propio, pero que lleva consigo transformando lo que no se merecía en mérito.
Sirva esto como un esbozo de una forma de dignidad, nos queda esbozar otra forma, la de la dignidad como naturaleza, la de la cualidad o condición propia de algo o alguien. Y quizá este «algo o alguien» deba servirnos como primer punto de reflexión y nos lleve a preguntarnos si esta dignidad propia de algo o alguien son equivalentes.
Parece evidente que la cosa que comporta «el algo» ha de tener un valoración diferente de la persona asociada «al alguien». La dignidad de las cosas las asociamos a una valoración sobresaliente de sus cualidades –excelentes– o fuera de lo ordinario –excepcionales-. Algo similar podemos encontrar en las personas vinculadas a determinadas cualidades de estas, como las de la belleza -que entendemos como dotación natural-, la simpatía, o la inteligencia. También podemos reconocerla en quienes, dedicados a actividades diversas, la desempeñan con especial destreza y talento, entendiendo que existe una natural predisposición para la ejecución de una actividad concreta en la que sobresale, en ocasiones de manera tan destacada que nos referimos a estas personas como «genios». Cabe también pensar en la dignidad de cosas estrechamente unidas a la acción humana, en sus obras concretas. No costará reconocer la cualidad de excepcional en determinadas obras literarias o artísticas, dotadas de cierta personalidad, pues su valor atiende a elementos asociados a su autor que trascienden la mera calidad de los materiales que lo constituyen…(continuará!)
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